En las gélidas tierras de Alaska, donde el silencio de la nieve lo envuelve todo, se desarrolla «El día que dejó de nevar en Alaska», una cautivadora novela romántica contemporánea de Alice Kellen que explora las profundidades del amor, el perdón y la sanación.
La historia nos presenta a Heather Green, una joven que huye de San Francisco cargando el peso de un pasado turbulento, buscando refugio en el remoto pueblo de Inovik Lake. Allí encuentra trabajo como camarera en un restaurante local, donde conoce a Nilak, uno de los dueños: un hombre enigmático y distante cuya frialdad exterior esconde heridas tan profundas como las suyas.
La novela, que se desarrolla entre la majestuosidad del paisaje nevado y la calidez de los espacios interiores, entrelaza magistralmente dos temas principales: la búsqueda de la redención y el poder transformador del amor. La autora construye una atmósfera envolvente donde la cultura inuit y las tradiciones locales se fusionan con una historia de segundas oportunidades.
Lo que distingue a esta obra es su habilidad para utilizar el imponente escenario de Alaska como un personaje más, creando un paralelismo entre el deshielo emocional de los protagonistas y el paisaje que los rodea. La narrativa alterna entre el presente y fragmentos del pasado a través de entradas de diario, revelando gradualmente los secretos que tanto Heather como Nilak intentan enterrar bajo capas de silencio.
Un elemento crucial en la historia es Caos, el perro que se convierte en el catalizador inesperado que ayuda a Heather a adaptarse a su nueva vida, añadiendo profundidad y ternura a la narrativa.
La novela ha cautivado a lectores y críticos por igual, destacando especialmente por su prosa atmosférica y el desarrollo natural de la relación entre los protagonistas. Sin embargo, la verdadera pregunta que plantea es: ¿puede el amor realmente derretir los muros que construimos para protegernos de nuestro propio pasado?