Situada en la pintoresca Byron Bay, Australia, «Todo lo que nunca fuimos» nos sumerge en la vida de Leah, una joven de diecinueve años que, tras sobrevivir a un devastador accidente que se llevó la vida de sus padres, se encuentra prisionera de su propia mente, lidiando con el estrés postraumático, la ansiedad y la depresión. Esta situación empeora cuando su hermano mayor, Oliver, decide mudarse a la ciudad debido a una oferta de trabajo, dejando a Leah bajo el cuidado de su mejor amigo, Axel.
A pesar de la aparente falta de un conflicto central o antagonista en la trama, el libro se desarrolla a través de los sentimientos y acciones de los personajes, especialmente la relación dinámica entre Leah y Axel. A lo largo de un año, marcado por separadores de meses en los capítulos, la historia se despliega siguiendo la progresiva conexión entre los dos. Axel, con una vida tranquila y asentada, intenta ayudar a Leah a superar su trauma, a salir de su caparazón y volver a encontrar el color y la pasión en su vida, especialmente en su arte, pues Leah solía pintar.
Sin embargo, lo que Axel desconoce es que Leah ha estado secretamente enamorada de él desde siempre. A medida que pasan los meses, la relación entre ellos se intensifica, llevándolos por un viaje emocional lleno de descubrimientos y transformaciones.
El título encapsula perfectamente la esencia de la novela: las cosas que dejamos sin hacer, las palabras que nunca decimos, y cómo a veces, sólo se necesita un pequeño empujón, o un «deja que ocurra», para cambiar todo. Esta historia romántica es la primera entrega de la bilogía «Deja que ocurra», y ha sido aclamada tanto por el público como por la crítica, destacando su narrativa emotiva y sus personajes bien desarrollados.